LECTURA

Hanston leía.

Era su pasión. Difícilmente pasaba una noche sin hacerlo. No superaba los veinte años de edad. A los seis; junto con comenzar su escolaridad, tomaba las novelas de su padre, y leía sin parar. 

Una prueba del amor por la lectura, era su cuarto tapizado de libros, aparte de otro, que era toda una biblioteca. 

Esa noche, junto a unas galletas y café; café que se enfriaba y galletas que no restaban... daba cuenta de una historia que había encontrado en una compraventa.

Cualquiera diría que navegaba en una taza de leche. 

Pero...

— ¡No! — dijo tensándose, como si algo le hubiese picado. 

— ¡NO! — volvió a decir más tenso aún. 

— ¡¡NOOOO!! — esta vez, convertido en un haz de luz, se perdió entre las hojas del  libro. Este se movía como barca en denso mar. La habitación quedó desierta. Pasaron diez segundos, y otro haz de luz devolvió a un impresionado Hanston, diciendo —  La salvé. ¡LA SALVÉ! — El corazón le latía a mil. — Pero... ¡Qué hice!... ¡Qué pasó!...

Por supuesto, no podía explicarse lo sucedido. Jamás sabría cómo fue posible. Salvó a la bella chica de la historia, de morir aplastada por la cornisa de un décimo piso. 

Ya luego, se dirigió al baño, mojó su rostro, recuperó la calma; y como hablando con el espejo, dijo — Nunca imaginé que algo así pudiera suceder.