Tierra De Los Sueños

La quietud reinaba.

La mañana era muy joven.

El sol no era más alto que las cercas.

De pronto comencé a ver sueños.

Muchos sueños.

Los sueños del andante.

Entre ellos, los míos.

Crecían como espigas. El sol destacaba sus formas. Los bosquejaba a la perfección.

Todo un campo de ellos.

Adonde miraba... ahí estaban cubriéndolo todo.

Y parecía que mientras más miraba... más crecían.

Era apabullante.

Sobrecogedor.

Absorto estaba, cuando un gigante apareció de la nada, y se sentó equidistante de mí.

Sus raídas ropas le hacían ver más terrible aún, pero... un dejo de tristeza asomaba en su rostro.

Le miré detenidamente. Ahora era él quien llamaba mi atención.

¡De pronto volteó provocándome un sobresalto! Me miró directamente a los ojos, y dijo con voz que parecía truenos:

— IMPRESIONADO?

No contesté.

No dije nada.

No sabía qué decir.

Quitó la vista de mí, y respiró hondo. 

— VES LO MISMO QUE YO. LA TIERRA CUBIERTA DE SUEÑOS.

MÁS DE LO QUE EL HOMBRE PUEDA ALCANZAR. 

Yo... estaba mudo.

Pero, una pregunta escapó de mi boca: — ¡Qué va a pasar!

Su mirada era intensa.

— SIEMPRE SERÁ ASÍ — respondió. Poniendo ahora sus ojos en el vasto horizonte.

Y como llegando a un punto límite, dijo otra vez:

— MIENTRAS EL CORAZÓN BOMBEE SU SANGRE, LOS SUEÑOS SERÁN SU MUNDO PERFECTO EN ESTE MUNDO IMPERFECTO. E IRÁ TRÁS ELLOS INCANSABLEMENTE. 

Me quedé pensando en sus palabras.

Cuando miré para dar una señal de concordancia... ya no estaba.

Se había ido.

Pero, los sueños seguían ahí.

Enormes.

Briosos.

Recibiendo solícitos la luz del sol.