Obra Literaria

 
Dos pequeños ojos observaban a Dallens desde el otro lado de la puerta. Este, sorbía metido en la cama su humeante café. 

Se sentía desanimado. 
Era uno de esos momentos en que nada lo distraía. Ni siquiera su pasión por los libros cumplía su cometido. 
Apoyó la nuca en el respaldo, perdiendo la mirada en la nada. Definitivamente, no era su mejor noche. 
Iría por su cuaderno. Puso esperanza en que alguna idea surja y cambie las cosas. 
Al moverse, los ojos que le vigilaban, se escabulleron rápidamente por el oscuro pasillo. 

El hombre regresó con un bloc de notas y otro café. Ya no le importaba el sueño; y la criatura volvió a la abertura de la puerta. 

Al rato, la taza quedaba sin contenido, y el cuaderno aún no registraba una sola palabra. 
La ansiedad le devoraba. Se acomodó entre los cojines. Todo era peor. Ahora estaba más despierto y más ansioso que nunca. 
De pronto un golpe en la habitación contigua, (la biblioteca), interrumpió sus pensamientos. 
Decidió echar un vistazo. Tal vez un gato se coló; y estos animales no eran precisamente muy respetuosos con la propiedad ajena; recordó. 

Encendió la luz. Recorrió la estancia. La ventana estaba entreabierta. La cerró, comprobando antes que no había gato ni nada que se le parezca. El pequeño y extraño ser,  estaba perfectamente oculto en la estantería. 
De pronto un voluminoso libro en el escritorio llamó su atención. 
Quedó mirándole, extrañado. No recordaba haberlo adquirido. Nunca lo había visto. Cómo llegó ahí, se preguntó. 
Lo abrió con todo cuidado. Le embargó una extraña sensación. Era un trabajo de otro siglo. La cubierta, el color, el ajado, el patente olor a papel viejo... 

Sin quitarle la vista de encima, lo llevó con él. 
Mientras, tras la puerta, los redondillos ojos volvían a aparecer. Esta vez, junto a una marcada sonrisa. 
Y es, que Dallens ya no se detendría. El libro había capturado toda su atención.  

La criatura, asidua visitante de la biblioteca, le había traído una de sus propias obras literarias.