La bicicleta con sus dos jóvenes ocupantes, devoraba distancia rápidamente.
— ¡Llegaremos tarde! — dijo Marco, el conductor.
— ¡Sí! ¡Mi madre ya estará preocupada! — respondió Conny desde la parrilla.
— ¡Yo tengo la culpa!
— ¡Y si nos casamos!?
Marco dejó de pedalear. Frenó. Ella bajó y esperó.
— Conny. Qué dijiste?
Conny tenía las manos tapando su boca.
— Nada. — respondió ayudándose con un movimiento de cabeza.
— Nada?
— Nada.
El muchacho hizo una pausa mirando alrededor.
— Está bien. Sigamos. — concluyó, volviéndose, pero Conny le sujetó de la camiseta, cabizbaja.
— Dije; casarnos.
La bicicleta escapó de la mano del muchacho, cayendo aparatosamente, pero, no importó.
— Te... casarías?
— Porqué no? Te amo, y... Lo siento. — volvió a bajar la mirada.
Él, le miraba fijamente. Seis palabras se aproximaban a todo trote.
— También te amo. También me casaría.
Los ojos de la muchacha le miraron ahora muy abiertos.
— Y estaríamos todo el día, y todos los días, juntos. — agregaron al unísono, lo que provocó emocionadas risas.
Luego de un breve silencio, y de la mirada más hermosa que en la vida pueden darse dos seres enamorados... un abrazo. Un abrazo apretado. Cada vez más apretado.
Qué bonita y romántica escena... ❤❤
ResponderBorrarGracias, Galilea :) 🌃
BorrarEsos diálogos que nos dejas, las estampas que pintas son estupendas. Un abrazo
ResponderBorrarMuchas gracias, Ester
BorrarQue tengas bellísima tarde
Un abrazo 🌄